viernes, 12 de junio de 2009

UNA CAÑA EN EL CAÑAVERAL



Yo era sólo una caña.
Había crecido como las demás
en el ambiente húmedo y apacible
de la orilla del río.
Pero mi vida no tenía mucho sentido.
No era ni árbol frutal
que alimentara a pájaros y niños,
ni rosal que llenara de color y aromas los altares y las novias.
Sólo una caña hueca a menudo agitada por el viento,
confundiendo la vida con el movimiento,
aunque a veces...
sonaba en mí como música la brisa.
Alguna vez...
sentí envidia y me puse a soñar,
cuando se acercaba al río el pescador
y yo quería ser su caña de pescar.
Pero yo sólo era una caña vacía,
sin fruto y sin futuro, en el cañaveral.

Un día de verano
se acercó el joven pastor hasta la orilla
entre silbos y cantares.
Y me tomó en su mano,
y me puse en sus manos,
y, arrancándome del lodo y el aburrimiento
me llevó a la sombra de la encina,
donde las ovejas sesteaban.
Me acarició limpiándome el barro adherido
y con su navaja de partir pan
fue haciéndome a su medida,
cortando lo sobrante, puliendo lo tosco y desabrido,
abriéndome agujeros, vaciando mi vacío,
dejándome yo hacer al tacto de sus dedos,
sin ya poner reparos, sin miedos, ni recelos.
Y me probó en su boca
dándome el primer beso verdadero,
y para hacerme a sus labios,
me fue recortando en un extremo,
probando y volviendo a probar mi ajustamiento.

Yo era sólo una caña vacía
pero el pastor se enamoró de mi vaciamiento,
y al llevarme a la boca, abierta ya a su espíritu,
su aliento llenó mi estéril oquedad de soplo de vida,de fuego,
de música y armonía,
de vibraciones sonoras y melodías al ritmo de sus dedos
y a sus caricias.

Yo era sólo una pobre caña,
pero, puesta en las manos del pastor,
soñada en sus sueños,
modelada a su aire y su estilo,
con el beso de sus labios y su aliento,
movida al ritmo de sus dedos,
soy toda música,
soy ya una flauta, su flauta,
la que lleva en el zurrón todos los días
junto al pan y el vino de merienda,
la flauta de su música
que ya conocen sus ovejas y les guía por el camino.
La flauta que llena de melodías
los campos y las tardes,
de alegría el corazón de su zagala amante,
de sonrisas el alma de los niños y los pobres.
Yo era sólo una caña
pero estaba llamada desde siempre
a cambiar mi vacío en música,
y ser su flauta.

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