viernes, 23 de abril de 2010

MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?


Yo estaba cerca de Juan Bautista cuando le oí decir algo sorprendente acerca de un hombre que pasaba: "Ahí va el Cordero de Dios" (Jn 1, 35- 39). ¿El Cordero de Dios? Era un extraño título que me hizo pensar en el Siervo de Yahvé del que habla Isaías (Is 53). Miré a Andrés y ví que estaba tan intrigado como yo, le hice un signo en silencio y nos fuímos detrás de Él. debió darse cuenta de que le seguíamos pero no se dio la vuelta, y nosotros no nos atrevíamos a adelanatarle. De pronto recordé a MOisés queriendo ver el rostro del Señor pero sin poder ver más que su espalda( Ex 34, 23). Lueg, inesperadamente, el desconocido se volvió y nos preguntó: "¿A quién buscáis?". No supimos qué decir y contestamos con otra pregunta que era una evasiva, porque no nos atrevíamos a confesarle que era a él a quien buscábamos: - Maestro, ¿dónde vives? " Venid y ved", respondió, como si fuera lo más natural encontrar gente que quisiera seguirle. Nos fuimos con él y nos quedamos todo el día. Así empezó todo.

(Contar a Jesús. Dolores Aleixandre)

jueves, 22 de abril de 2010



Oración
El nombre que me diste
No sé cómo me llamo...
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
de júbilo o dolor...
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!
(Ernestina de Champourcin)


XLVII JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
25 de abril de 2010

martes, 20 de abril de 2010

SAL DE TU TIERRA...

El Señor dijo: "Sal de tu tierra".
Y el Señor dijo: "¡En marcha!"
y yo dije: "¿Quién yo? '
y Dios dijo:.
"Sí, tú"
Y yo dije:
“Pero aún no estoy libre
y vivo en compañía,
y no puedo dejar a mis hijos;
ya sabes que no hay nadie que me pueda suplir"
Y dijo Dios: "Estás poniendo pegas".

Y el Señor dijo otra vez:
¡"En marcha”!
y yo dije: "Pero no quiero"
Y Dios dijo:
"Yo no te he preguntado si quieres"
Y yo dije:
"Mira que no soy ese tipo de personas
que se mete en líos;
además a mi familia no le va a gustar,
y ¿qué van a pensar los vecinos?"
Y dijo Dios: "¡Cobarde!".

Y por tercera vez el Señor dijo: "¡En marcha!".
Y yo dije:
"¿Tengo que hacerlo?"
Y dijo Dios:
¿Me amas?"
Y yo dije:
" Verás, me da mucho reparo...
A la gente no le va a gustar...
y me van a hacer picadillo...
No puedo hacerlo sin ayuda"
Y Dios dijo: "¿Y dónde crees que estaré yo?"

Y el Señor dijo:
"¡En marcha!"
Y yo dije con un suspiro"
¡Aquí estoy, envíame!

domingo, 18 de abril de 2010

¿QUÉ RESPONDES TÚ?...



Iniciamos la Semana para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Con la oración aprendemos a responder a Dios con un ¡HÁGASE!, como María.
Adéntrate esta semana en la Oración y responde a lo que el Señor te pida. Escucha el susurro de su Voz en tu corazón y allí, en el silencio, responde.
Une tu oración a toda la Iglesia, que se une a una sola voz para que el Señor envíe vocaciones a la vida sacerdotal, religiosa, laical, en una palabra, a seguir a Jesús bien de cerca.
Es tiempo de decir , ¿QUÉ RESPONDES TÚ?...

VIDAS ABULTADAS Y ABUNDANTES- 3er. DOMINGO DE PASCUA

sábado, 17 de abril de 2010

VIVIR ENAMORADO


Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-14
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberiades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: - «Me voy a pescar.» Ellos contestan: - «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: - «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: - «No.» Él les dice: - «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. » La echaron, y no teman fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: - «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: - «Traed de los peces que acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: - «Vamos, almorzad,» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
El canadiense B. Lonergan ha sido el último teólogo que ha recordado demanera penetrante que «creer es estar enamorado de Dios». ¿Qué puede pensar hoy alguien que escuche esta afirmación? Por lo general, los teólogos no hablan de estas cosas, ni los predicadores se detienen en sentimentalismos de este género. Y, sin embargo, ¿qué otra cosa puede ser confiarse a un Dios que es sólo Amor? Nada nos acerca con más verdad al núcleo de la fe cristiana que la experiencia del enamoramiento. La idea no es la «genialidad» de un teólogo piadoso, sino la tradición constante de la teología mística que arranca del cuarto evangelio: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo:permaneced en mi amor». El enamoramiento es, probablemente, la experiencia cumbre de la existencia humana. Nada hay más gozoso. Nada llena tanto el corazón. Nada libera con más fuerza de la soledad y del egoísmo. Nada ilumina y potencia con más plenitud la vida. Los místicos lo saben. Por eso, cuando hablan de su fe y entrega a Dios, se expresan como los enamorados. Se sienten tan atraídos por Él que Dios comienza a ser el centro de su vida. Lo mismo que el enamorado llega a vivir de alguna manera en la persona amada, así les sucede a ellos. No sabrían vivir sin Dios. Él llena su vida de alegría y de luz. Sin Él les invadiría la tristeza y la pena. Nada ni nadie podría llenar el vacío de su corazón. Alguien podría pensar que todo esto es para personas especialmente dotadas para vivir el misterio de Dios. En realidad, estos creyentes enamorados de Dios nos están diciendo hacia dónde apunta la verdadera fe. Ser creyenteno es vivir «sometido» a Dios y a sus mandatos. Antes que nada, es vivir«enamorado» de Dios. Para el enamorado no es ningún peso recordar a la persona amada, sintonizar con ella, corresponder a sus deseos. Para el creyente enamorado de Dios no es ninguna carga estar en silencio ante él, acogerlo en oración, escuchar su voluntad, vivir de su Espíritu. Aunque lo olvidemos una y otra vez, la religión no es obligación, es enamoramiento.En este contexto la escena evangélica del cuarto evangelio cobra una hondura especial. La pregunta de Jesús a Pedro es decisiva: «Simón, hijode Juan, ¿me quieres?» La respuesta de Pedro es conmovedora: «Señor, tú lo conoces todo, tú sabes que te quiero».
(J. A. PAGOLA)

miércoles, 14 de abril de 2010

ENVÍAME A MI


Envíame sin temor, que estoy dispuesto.
Quiero ser testigo que anuncie tu Resurrección.
No me dejes tiempo para inventar excusas,
ni permitas que intente negociar contigo.
Envíame, que estoy dispuesto.
Pon en mi camino gentes, tierras, historias,
vidas heridas y sedientas de ti.
No admitas un no por respuesta.
Envíame; a los míos y a los otros, a los cercanos y a los extraños,
a los que te conocen y a los que sólo te sueñan
y pon en mis manos tu tacto que cura;
en mis labios tu palabra que seduce;
en mis acciones tu humanidad que salva;
en mi fe la certeza de tu evangelio.
Envíame, con tantos otros que, cada día,
convierten el mundo en milagro.

lunes, 12 de abril de 2010

domingo, 11 de abril de 2010

VIVIR Y CREER- 2º DOMINGO DE PASCUA

CREER


Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31)

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.» Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.


Creer no es sólo conocer a Jesús. No es sólo haber escuchado sus palabras. Ni siquiera es estar convencido de que su mensaje es bueno para la humanidad. Creer es haberse encontrado con Jesús y haber metido, como Tomás, los dedos en sus llagas y las manos en su costado. Creer es reconocer que en Jesús la vida ha triunfado sobre la muerte y que en él Dios ha abierto la humanidad a la esperanza de una vida nueva. Creer es dejar que el espíritu de Jesús resucitado se meta bien adentro en nuestros corazones y recree la esperanza. Creer es confiar en que el Abbá de Jesús respondió al órdago a la grande que le plantearon las autoridades judías cuando decidieron eliminar a Jesús. Creer es asumir con el corazón y con la vida que Dios está por nosotros, que se preocupa de nosotros, que somos sus hijos e hijas queridos, que nadie se queda fuera de su amor ni de su promesa de vida.

sábado, 10 de abril de 2010

BANDO VOCACIONAL


A todo joven que quiera seguir a Jesucristo se le informa que...

No tiene por qué renunciar a su familia, a sus amigos, a su gente...
tiene que poner todos los medios que estén a su disposición para ensanchar la gran familia humana, haciendo un hueco a Jesús, no como el huésped inoportuno que llega sin llamar, sino como el hermano mayor que, a la hora de la verdad, nunca falla.
No tiene por qué poseer un sinfín de cualidades, capacidades, recursos... que fascinen a todo aquel que se cruce en su camino...
tiene que empeñarse en cultivar con toda clase de mimos y atenciones el tesoro que lleva dentro, pues de la abundancia del corazón, hablan las acciones.

No tiene por qué deshacerse de sus cosas materiales, ni romper con todo su pasado...
debe afrontar el futuro con desparpajo y mucho amor, dando y dándose todo a todos, pues la verdadera generosidad para con el futuro consiste en darlo todo ahora, en el presente.

No debe tener el coeficiente intelectual por las nubes, ni ser el más listo de la clase...
(esto es obligatorio) debe tener la actitud necesaria y las agallas suficientes para hacer algo grande y hermoso con su vida.

No debe, a la fuerza, “tomar los hábitos” o ingresar en el seminario...
debe construir en su corazón una hermosa catedral, capaz de albergar e iluminar a tantas personas que buscan la felicidad sin contar con Dios.

No tiene por qué tener manías, ni ser el más rarillo de la pandilla...
tiene que ser humano... ¡Qué digo humano!, muy humano, terriblemente humano.

No hace falta que crea a pies juntillas todo lo que le dicen... en la parroquia, en el colegio, en
su grupo...
es imprescindible que crea, a ojos cerrados, en el Amor, en el Amor con mayúsculas.

No puede estar todo el día refunfuñando, criticando lo mal que va este mundo...
debe convertirse en un alegre cartero del Reino, de manera que lleve la Noticia Gozosa a todo aquel que busca un sentido a su vida.

No tiene por qué hablar con gran elocuencia y tener solución y respuestas para todo...
debe, por el contrario, escuchar, escuchar mucho, sobre todo escuchar el grito de los más pequeños, de los más necesitados, porque en ellos está Dios de una manera muy especial.

No tiene por qué ser el compañero de clase o el hijo del panadero o la sobrina del párroco o...
puedes (si tú quieres) ser tú mismo...
(José María Escudero)

viernes, 9 de abril de 2010

lunes, 5 de abril de 2010

¡¡¡RESUCITÓ!!!

ES HORA DE ASOMARSE AL INFINITO
Es hora de salir al balcón de la vida, mirar el horizonte,
despertar al alba y sentirse llenos de alegría.
Es hora de asomarse al infinito, de anunciar y cantar,
trabajar y que es posible un mundo nuevo y distinto.
Es hora de entrar en la noche sin miedo y ser sus testigos;
descubrir su presencia entre fortaleciendo nuestras esperanzas y anhelos.
Es hora de romper los esquemas de siempre;
de escuchar las palabras del silencio;
gustar su presencia callada, confesar la vida, andar por los desiertos
y abrir nuevas sendas por donde pueda llegar el Reino.
Es hora de iniciar caminos nuevos, arriesgarlo todo,
apostar por Dios y su Reino.
Es hora de la Pascua, de Resurrección, de brindar por la Vida Plena
que el Señor nos sigue trayendo,
para ensanchar nuestro corazón y hacerlo más sensible y fraterno.
Feliz Pascua.
¡Aleluya!

miércoles, 31 de marzo de 2010

lunes, 29 de marzo de 2010

DECÁLOGO PARA HACER DE LA PALABRA DE DIOS ORACIÓN


"La oración -definió Santa Teresa de Jesús- es tratar de amistad, aun tratando tantas veces a veces con quien sabemos nos ama". La oración es coloquio y contemplación de amor: "Me mira y le miro", que dijera el Santo Cura de Ars.

Cayó hace tiempo en mis manos el siguiente decálogo anónimo de consejos sobre la oración desde la Palabra de Dios. Dice así:

1.- ESCUCHA: Calla y escucha: el cielo emite día y noche.
2.- ESCUCHA BIEN: No ores para que Dios realice tus planes, sino que para descubras e interpretes los planes de Dios.
3.- PIDE: Pero no olvides que la fuerza de tu debilidad es la oración.
4.- PIDE BIEN: Hazlo atento, humilde, confiado, insiste, unido a Cristo. "Pedid y recibiréis", dijo el Señor.
5.- REZA DE CORAZÓN: ¿No sabes qué decirle a Dios? Háblale de vuestros mutuos intereses. Muchas veces. Y a solas. Con confianza, con infinita confianza porque El es tu Padre.
6.- CALLA: No conviertas tu oración en un monólogo. Harías a Dios autor de tus propios pensamientos.
7.- SÉ TÚ MISMO: No seas ni engreído ni falsamente humilde. Reza como el publicano no como el fariseo.
8.- ESTÁ: No te agobies por las distracciones involuntarias. Descuida: Dios, como el sol, broncea con solo ponerse delante.
9.- LEE: Si alguna vez piensas, cuando hablas con Dios, El nos responde, lee la Biblia. Es su Palabra. Palabra de vida eterna, Palabra que hoy y aquí te habla a ti.
10.- VIVE: No hables nunca de ratos de oración: ten "vida de oración".

Y reza confiado, por ejemplo, en la hora del alba:
“He venido a ti para que me toques con Tu mano antes de comenzar yo mi día. ¡Descansa un momento tus ojos en mis ojos; déjame que me lleve a mi trabajo la certeza de tu amistad, Amigo mío! ¡Llena mis pensamientos de tu música, para que me dure en todo el desierto del ruido! ¡Qué el sol de tu amor bese las cimas de mis pensamientos y se atarde en el valle de mi vida, donde esté granando mi cosecha!" (Tagore)

jueves, 25 de marzo de 2010

ES UN TÚ EN TI

Es un tú quien está en ti.
Un tú distinto de ti,
pero que depende de ti para su desarrollo.
Un tú único e irrepetible.
Un ser humano con genoma propio desde el primer momento,
cuyo corazón ya late 65 veces por minuto en la semana 4,
cuyo cerebro comienza a formarse en la semana 5,
cuyos ojos se atisban ya en la semana 8
y que empieza a tener pelo en la semana 14.
Su vida está en tus manos.

martes, 23 de marzo de 2010

CONVIÉRTENOS SEÑOR


Convierte, Señor, nuestras manos para que sean abiertas y generosas.
Convierte, Señor, nuestros oídos para que estén abiertos a tu Palabra
y al clamor de los necesitados.
Convierte, Señor, nuestros ojos para que no miren a otro lado
ni se deslumbren por la riqueza.
Recibe, Señor, nuestra ceguera y transfórmala en luz.
Recibe, Señor, nuestro corazón endurecido
y transfórmalo en un corazón de carne.
Recibe, Señor, nuestro orgullo
y transfórmalo en humilde servicio.
Recibe, Señor, nuestro afán de consumir
y transfórmalo en austeridad y solidaridad.
Recibe, Señor, nuestras codicias
y transfórmalas en generosidad.
Recibe, Señor, nuestros miedos
y transfórmalos en confianza.
Recibe, Señor, nuestra indiferencia y pasividad
y transfórmalas en apasionamiento.
Recibe, Señor, nuestras crisis
y transfórmalas en madurez.
Recibe, Señor, nuestra agresividad
y transfórmala en no-violencia activa.
Recibe, Señor, nuestro desaliento y cansancios
y transfórmalos en esperanza.
Recibe, Señor, nuestros sufrimientos
y transfórmalos en sacramentos.
Recibe, Señor, nuestro realismo y lógica
y transfórmalos en apertura a la trascendencia.
Recibe, Señor, nuestra sequedad
y transfórmala en oración fecunda.

domingo, 21 de marzo de 2010

TAMPOCO YO TE CONDENO


Lectura del santo evangelio según san Juan (8,1-11):
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?» Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor.» Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»
La culpa es una experiencia misteriosa de la que ninguna persona sana se ve libre. Todos hacemos en un momento u otro lo que no deberíamos haber hecho. Todos sabemos que nuestras decisiones no son siempre transparentes y que actuamos más de una vez por motivos oscuros y razones inconfesadas.
Es la experiencia de toda persona: no soy lo que debía ser, no vivo a la altura de mí mismo. Sé que podría muchas veces evitar el mal; sé que puedo ser mejor, pero siento dentro de mí 'algo' que me lleva a actuar mal. Lo decía hace muchos años Pablo de Tarso: «No hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero (Rm. 7,19). ¿Qué podemos hacer?, ¿cómo vivir todo esto ante Dios?
El Credo nos invita a «creer en el perdón de los pecados». No es tan fácil. Afirmamos que Dios es perdón insondable, pero luego proyectamos constantemente sobre él nuestros miedos, fantasmas y resentimientos oscureciendo su amor infinito y convirtiendo a Dios en un ser justiciero del que lo primero es defenderse.
Hemos de liberar a Dios de los malentendidos con los que deformamos su verdadero rostro. En Dios no hay ni sombra de egoísmo, resentimiento o venganza. Dios está siempre volcado sobre nosotros apoyándonos en ese esfuerzo moral que hemos de hacer para construirnos como personas. Y ahora que hemos pecado, sigue ahí como «mano tendida» que quiere sacarnos del fracaso.
Dios sólo es perdón y apoyo aunque, bajo el peso de la culpabilidad, nosotros lo convirtamos a veces en juez condenador, más preocupado por su honor que por nuestro bien. La escena evangélica es clarificadora. Todos quieren «echar piedras» sobre la adúltera, todos menos Jesús. Todos quieren convertir a Jesús en «juez condenador», pero él, lleno de Dios, reacciona de manera sorprendente: «No te condeno. Anda y, en adelante, no peques más

sábado, 20 de marzo de 2010

SI ME NOMBRAS TÚ...

CONVERSIÓN


Sigue curvado sobre mí, Señor
remodelándome,aunque yo me resista.
¡Qué atrevido pensar que tengo yo mi llave!
¡Si no sé de mí mismo!
Si nadie, como Tu, puede decirmelo que llevo en mi dentro.
Ni nadie hacer que vuelvade mis caminos
que no son como los tuyos.
Sigue curvado sobre mí
tallándome aunque, a veces, de dolor te grite.
Soy pura debilidad,
-Tu bien lo sabes-,tanta, que, a ratos,
hasta me duelen tus caricias.
Lábrame los ojos y las manos,la mente y la memoria,
y el corazón,- que es mi sagrado-,
al que no Te dejo entrar cuando me llamas.
Entra, Señor, sin llamar, sin mi permiso.
Tu tienes otra llave, además de la mía,
que en mi día primero Tu me diste,
y que empleo, pueril, para cerrarme.
Que sienta sobre mí tu “conversión”
y se encienda la mía
del fuego de la Tuya, que arde siempre,
allá en mi dentro.
Y empiece a ser hermano, a ser humano,
a ser persona.
(Ignacio Iglesias, sj)

jueves, 11 de marzo de 2010

EN MEMORIA. JUEVES 11 DE MARZO


EN MEMORIA DE TODAS LAS VÍCTIMAS DEL 11 DE MARZO.
NUNCA MÁS.
CONSTRUYAMOS ENTRE TODOS UN MUNDO DE PAZ