viernes, 22 de enero de 2010

A MARÍA


Acuérdate, dulce Virgen, que eres mi Madre
y que soy tu hijo; que eres poderosa
y ya soy una pobre criatura, vil y débil.
Te suplico, muy dulce Madre, que me gobiernes
en todos mis caminos y acciones.

No digas, que no puedes, porque tu Hijo
Bien amado te ha dado poder,
tanto en el cielo como en la tierra.

No digas que no debes, porque eres
la Madre común de todos los pobres humanos
y particularmente la mía.

Si no pudieras, te excusaría diciendo:
Es verdad que es mi Madre
y que me quiere como su hijo,
pero la pobre, carece de poder.

Si no fueses mi Madre, tendría paciencia diciendo:
Es suficientemente rica para asistirme,
pero, puesto que no es mi Madre, no me ama.

Pero, Virgen dulce, puesto que eres mi Madre,
y que eres muy poderosa,
¿cómo te excusaría si no me consuelas?
Ya ves, Madre, que estás obligada
a atender todas mis demandas.

(San Francisco de Sales)

No hay comentarios: