sábado, 15 de agosto de 2009

MAGNIFICAT


Alabo, Señor, tu grandeza,
grandeza admirable de tu amor.
Me baño gozosa, Dios mío,
en el océano inmenso de tu amor.
Me siento ungida, penetrada,
por el Espíritu perfumado de tu amor.
Porque has mirado, enamorado,
a tu criatura más pequeña.
Porque miras siempre con predilección
a los humildes y a los pobres,
a los desvalidos y excluidos,
a las víctimas y a los vencidos.
Tu misericordia es energía liberadora
que crece en progresión constante por los siglos.
Tu amor, manifestado en el mundo,
es fuerza esperanzadora
que trastoca los valores imperantes:
los grandes serán pequeños, a la larga,
y los pobres serán dichosos;
los tiranos y opresores, a la larga,
serán recordados con desprecio,
y sus víctimas serán recordadas con aplauso.
Tu amor, sembrado en los corazones,
es el tribunal de la historia,
el que declara a los humildes protagonistas
y evidencia la vaciedad de ricachones y tiranos,
el que aplaude los gestos altruistas
de servicio y entrega,
por ocultos y pequeños que sean,
y condena las acciones mezquitas e insolidarias,
por impunes que parezcan.
Canto, Señor, tus designios salvadores
para con tu pueblo pobre y humilde,
para con todos los pueblos,
llamados a ser pobres y humildes.
Canto tu fidelidad y paciencia,
tu amor que no tiene fin.
Quiero ser, Señor, cantora de tu amor.

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