sábado, 5 de septiembre de 2009

¡ÁBRETE!


Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,31-37):

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.»Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

A veces es la vida monótona de cada día la que nos plantea en toda su crudeza los interrogantes más hondos de nuestro ser: «Todo esto, ¿para qué? ¿Por qué vivo? ¿Vale la pena vivir así? ¿Tiene sentido esta vida?»
El riesgo es siempre la huida. Encerrarse en la ocupación de cada día sin más. Vivir sin interioridad. Caminar sin brújula. No reflexionar. Arrastrarse sin esperanza. Perder incluso la sed, el deseo de vivir con más hondura.
No es tan difícil vivir así. Basta hacer lo que hacen casi todos. Seguir la corriente. Vivir de manera mecánica. Sustituir las exigencias más radicales del corazón por toda clase de «necesidades» superfluas. No escuchar ninguna otra voz. Permanecer sordos a cualquier llamada profunda.
El relato de la curación del sordomudo (Mc 7, 31-37), es una llamada a la apertura y la comunicación. Aquel hombre sordo y mudo, encerrado en sí mismo, incapaz de salir de su aislamiento, deja que Jesús trabaje sus oídos y su lengua. La palabra del Profeta resuena como un imperativo de contornos universales: «Ábrete».
Cuando no escucha los anhelos más humanos de su corazón, cuando no se abre al amor, cuando, en definitiva, se cierra al Misterio último que los creyentes llamamos «Dios», la persona se separa de la vida, se cierra a la gracia y ciega las fuentes que le harían vivir.

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