lunes, 21 de diciembre de 2009

Y TÚ ¿QUÉ ESPERAS?



El adviento es el eco de la humanidad a lo largo de la historia, suspirando por Dios. Vivir es esperar. Siempre estamos esperando algo o a alguien. Vivir es desear algo... ; siempre estamos deseando que se cumplan algunos proyectos, planes o aspiraciones...
Vivir es esperar... A veces son pequeñas cosillas de la vida diaria, como esperar al amigo que llega de viaje, esperar que se me quite el catarro que tengo o que llegue el fin de semana.
¿Qué esperas tú...?
¿A quién esperas tú...?
¿O no esperas nada... ni a nadie...?

Existe en nosotros, como trasfondo, una esperanza. Esperamos vivir más intensamente. Más intensamente... ¿Qué?... ¡Qué sé yo!. Cada uno tiene que escarbar en su trastienda y abrir el baúl de ese vivir más y descubrir qué contenido tiene su baúl.
En definitiva: ¿Qué esperas?...
Espero vivir más toda la realidad que soy, que se cumplan mis mayores aspiraciones y que acierte yo a desarrollar todas mis capacidades. Que se cumplan mis ilusiones, y llegue a vivir con plenitud en la vida.
Esperamos que se haga realidad en nosotros la paz. Vivir en paz, en la luz, en la profundidad y riqueza de nuestra vida, en las raíces de nuestro ser... Esperamos vivir en la verdad, en la transparencia y sencillez. Esperamos ser y vivir la riqueza de una vida llena de amor y comprensión. Vivir en el amor y desde el amor, llevándonos bien con nuestra familia o amigos.
En realidad, nuestro baúl de los deseos y esperanzas está lleno de una esperanza única: vivir más la presencia liberadora y plenificante de Dios salvador: liberación y salvación; desatarme de mis esclavitudes y llenar mi vida de Dios.
Nuestra vida es, en verdad, un adviento. El adviento nos enmarca de una manera clara y sugerente ese grito del hombre por la salvación: ¡Ven Señor Jesús!. En adviento nos situamos ante nuestra vida en su más existencial crudeza de impotencia y limitación, de sed y vacío, de angustia y añoranza, de nostalgia y posesión inminente...
Ven, Señor, Jesús.
En Adviento nos situamos ante nosotros y ante Dios. El adviento no es mirarnos en nuestro fango y en nuestra miseria. El adviento no es recrearnos en nuestra pequeñez y pobreza. El adviento no es mirarnos en nuestro vacío y destrucción... El adviento no es mirarse a sí mismo como si se tratase de amargarse la vida, angustiarse y autodestruirse, a base de mirar lo mal que nos va la vida y lo malo que somos...
En adviento nos situamos ante nosotros, ante nuestra vida real y ante Dios. El adviento no existe ni se vive si no se mira a lo que vendrá... al que llegará...El adviento es esperar... que, por fin, mi vida llegará a completarse con lo que le falta: Jesús, nuestro Salvador. El adviento es mirar hacia los días próximos, hacia delante, más que hacia atrás. En adviento nos proyectamos en que “ya estamos más cerca de nuestra salvación que cuando empezamos a creer”.
Y ¿Quién no vibra con la llegada de una gran sorpresa?. Por eso, el adviento es alegría, júbilo, gozo contenido... vibrando con algo que casi tocamos con nuestras manos.

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