domingo, 6 de diciembre de 2009

¡ABRID NUEVOS CAMINOS!


Lectura del santo evangelio según san Lucas (3,1-6):

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.»
“La Palabra de Dios vino sobre Juan, en el desierto”. Esta llamada a cambiar, a abrir caminos nuevos, sólo se puede escuchar allí donde se vive de lo esencial, en la libertad de la verdad, sin las cadenas del tener, del poder, de las apariencias.
Y este es nuestro gran drama. Instalados en la sociedad del bien estar, refugiados en una religión que pasa de la vida (Lc 19, 30-37), vamos olvidando lo esencial. Nuestro modo de pensar y de vivir está bloqueando el camino al Señor. Hay que cambiar: rebajar nuestra autosuficiencia y elevar la dignidad de las personas, como buenos samaritanos, como Jesús.
Pablo pide para los filipenses: “que crezca su amor y la sensibilidad para captar los valores”. La Eucaristía, mesa compartida, anticipa esa realidad transformada de la nueva humanidad. Este domingo nos prepara para la fiesta de la Inmaculada, que nos introduce en el misterio del Adviento. María acepta el misterio de Dios, sin entenderlo, acogiéndolo en su corazón creyente y en sus entrañas solidarias. ¡Ella nos lleva a Jesús! Que venga a nosotros el reino. ¡Sed felices!

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