lunes, 20 de abril de 2009

AHÍ APARECES TÚ, JESÚS


APARECE LA ESPERANZA.
Cuando algo nos dice que la última palabra no estuvo en la cruz, sino más allá. Cuando las bienaventuranzas se convierten en un grito poderoso que describe y transforma las historias. Cuando las nubes que a veces se ciernen sobre nuestras vidas no nos impiden seguir avanzando. Cuando alguien perdona y nos recuerda que es posible esa otra lógica tuya. Cuando en medio de las lágrimas se cuela una sonrisa inesperada. Ahí apareces Tú.

APARECE EL AMOR.
En gestos sencillos. En la entrega anónima de tantos hombres y mujeres que viven para otros y me recuerdan tu evangelio. En la fidelidad de mis gentes. En la acogida de las personas que nos necesitamos unos a otros. En el trabajo callado que merece la pena. En un abrazo sincero. En la visita al preso y al enfermo. En la capacidad de dar la vida día a día sin esperar aplausos ni reconocimientos. En la pasión por tu proyecto, que a veces nos llena de energía y nos pone en camino una y otra vez. Ahí apareces Tú.

APARECE LA ALEGRIA.
Al compartir vida, tiempo o sueños. Cuando el corazón nos dice que no estamos solos, porque tú vienes con nosotros. Al apreciar el valor de las cosas sencillas: un paseo, un café, unas risas… Al trabajar codo con codo, arrimando la espalda y soñando con mundos mejores. Cuando soy capaz de reírme de mí mismo. Cuando percibo que me miras con ternura y me ves mejor de lo que yo mismo me veo. Y entonces río por dentro y por fuera.

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