jueves, 10 de febrero de 2011

AQUÍ ESTOY, SEÑOR


- Mira cómo me han puesto los hombres con sus ingratitudes... ¿no quieres tú ayudarme a llevar esta cruz?

Tomasa contestó:

- Señor, si necesitas una víctima y me quieres a mí, aquí estoy, Señor.
Entonces el Redentor le dijo:

- Funda, hija mía, que de ti y de tu Congregación, siempre tendré misericordia.


Sin embargo, las experiencias místicas llamadas apariciones, no son contempladas de manera directa y sensible, ni percibidas con los sentidos corporales. Habitualmente Dios suscita en lo más profundo del vidente, y de modo especial en su imaginación, representaciones parecidas a las que se producen en los sueños. Por eso los objetos contemplados son percibidos como exteriores y localizados. Dios se apodera del ser del vidente, le arranca del medio ambiente, y le sumerge en lo que San Juan de la Cruz llama “el sueño de las potencias” y que en la actualidad nos atreveríamos a traducir como el sueño real de lo sagrado y sobrenatural.

Así lo vio Tomasa: no con sus ojos corporales, sino con los ojos espirituales de su imaginación, activada por el mismo Dios. La presencia del Corazón de Jesús en la visión de Tomasa fue real, pero misteriosa; sus palabras, aunque no fueron escuchadas por sus oídos, fueron reales y repercutieron en su espíritu
como si las oyera externamente”.

Esta Experiencia fue crucial en la vida de Tomasa. Le dio tal certeza que jamás se borraría de su vida. La Promesa de Misericordia que le hizo el Corazón de Jesús será la mejor herencia que nos legará a sus Hijas.

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