Para Madre Piedad, Dios no es el ser lejano, situado más allá de las
estrellas, que creó un día el mundo y le dejó rodar hasta resquebrajarse y
escindirse en mil pedazos. Para ella es
el Dios cercano, que se inclina sobre cada hombre, sobre cada mujer para
llamarles por sus nombres y hacer en ellos una elección de amor:
“Dios os ha escogido para que le entreguéis el corazón”
Estas palabras son el eco de las
palabras Bíblicas del Profeta Isaías, Cap. 43
“Vosotros sois mis testigos a quienes elegí para que me conozca… no hay entre vosotros
ningún extraño”
Madre Piedad estaba segura de esta
llamada, de esta elección pero estaba segura también de que el Padre cuidaba de
sus Hijas.
“Desde que
viniste al mundo hasta la hora presente no ha cesado el Señor e tener cuidado
de ti en todas tus necesidades” .
La
Fundadora había comprendido que el Padre buscaba colaboradores para realizar su
plan de amor sobre los elegidos y que precisamente había pedido su propia
colaboración confiándole las elegidas.
Por eso repetía infinidad de veces:
El deseo de Madre Piedad se había
confundido con el Plan del Padre: la santificación de las elegidas:
“Deseo que
todas las que te dignes enviar a tu pequeña porción sean tuyas en la tierra y
en el cielo” (2)
Más porque sabía muy bien que la
santidad no podía venir de su mano de mujer sino de la del Padre, aconsejaba
frecuentemente a sus Hijas.
“Orar para que el Señor me haga Santa”
“Que el Señor nos haga
Santas a todas” (3)
Estaba claro, para
Madre Piedad, Dios era el Padre de la Congregación de sus Salesianas. El las había elegido, El se las había
confiado. El colaboraba en las
maravillas obra de la santificación de las almas. Estaba siempre pendiente de Él, porque
habiendo experimentado en lo más intimo de su espíritu toda su pequeñez humana,
creía que sin el Padre ella nada podría hacer.
Cada día renovaba su con consagración
El camino era largo, la perseverancia ininterrumpida difícil, casi
imposible. Ella pedía fuerza para cantar
en cada una de sus acciones la gloria del Padre:
“Ayúdame en mi buen intento, en tu santo
servicio”